09 marzo 2015

VAREA Y EL SILENCIO (A. Mechó)

Primera de la Feria de la Magdalena 2015. Más de media plaza. Seis novillos de FUENTE YMBRO de escasa presencia, juego, fuerza y casta. Ricardo Gallardo sigue sin hacer remontar la ganadería a lo que fue hace ocho o nueve años. Prácticamente no se picaron en el caballo; alguno como el segundo recibió cinco puyacitos sin meter las cuerdas en ninguno y, aún así, no se aguantaba en la dignidad que da la casta. Solo el sexto peleó de verdad y aguantó el envite. El mayoral, por obra y gracia de los novilleros, salió a hombros al final del festejo acompañándolos. Muy mal José Antonio Gracia en la concesión de trofeos, triunfalista.


Ocurrió hace un año. Ayer se volvió a repetir. Cogió la muleta Jonathan Varea y el silencio pleno hacía su presencia en Castellón. Que en una plaza de toros, sobre todo en la festivalera de Castellón, pueda notarse la presencia de algo tan intangible, es solo obra de lo imposible. Y ayer se volvió a hacer presente. Anótese que hasta la pasada Magdalena, esto no ocurría en la Plana desde la vuelta de José Tomás. Castellón es coso de pipas, chicles y caramelos; el silencio está vetado. Hasta que ha vuelto Varea. Lo decía hace unas fechas Adolfo Martín: «tiene algo». De momento tiene embobado a toda Castellón. Y se lo ha ganado. Ahora bien: ¿qué es eso que tiene?; pues de momento tiene que parece que lleva una vida en esto. O al menos en casi todo lo que hace da esa impresión. Tiene plaza. Tiene temple. Tiene sitio. Le falta espada.


Aún se le ve esa parte novilleril que debe pulir; pero tiene también cierta grandeza de torero que provoca el silencio.

Sin duda el almassorí estuvo ayer mucho mejor en su segundo, casualmente el que más tenía que torear. Ese sexto fue el único que recordó las buenas novilladas de la divisa verde que sacaba Gallardo aquí en la Plana. No ha vuelto a ganarse el sitio. Pero le sirvió a Varea para mostrar todo el poder que lleva dentro, aunque ya no quiera torear hierros que le exijan precisamente que saque eso. Hasta tres quites le hizo Jonathan al utrero. Tuvo cierta variación con el capote y, aunque él es más de chicuelinas, supo templar en los vuelos del percal y hacer olvidar que el toreo es más de llevar que de tirar. Luego, ese toque majestuoso que le da a todo, fuste al detalle y sobriedad al adorno, hicieron el resto.


Parecerá extraño, e incluso a alguno puede que insultante, si digo aquí y ahora que, quitando la solidez de Varea, algunos de los mejores muletazos sueltos de la tarde los dio Soler. Sueltos, muy sueltos; pero así lo creo. Soler solo tiene un problema; un problema importante bien es cierto: lo alabable en su repertorio de hace dos años no lo ha explotado, y las carencias, dos años después, siguen siendo las mismas. El de Borriana no tiene la aparente madurez que muestran otros, pero a veces, un solo muletazo ayudado a pies juntos, te deja con la boca abierta. Lo frustrante es que antes ha dado tres medianos y luego cuatro malos. Muchas veces, por colocación, incluso mejor que Varea. Es más -y ayer se vió de nuevo-, es capaz de llevar al novillo con el toque de muñeca mucho más a atrás de lo que lo hace Jonathan. Llevarlo hacia atrás, ojo, que no tirarlo para atrás. También le falta el efectismo en lo estético, que hoy pinta mucho.



La decepción absoluta fue el madrileño Espada: mecánico, forzado en la postura, acostado continuamente… espero que sea su peor tarde del año. Sí, sí… salió por la puerta grande; ¿qué quieren que les diga?.

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