07 marzo 2016

LA RAZA DOMECQÑADA, A. Mechó

Esto de los toros, triste e irremediablemente, cada vez es más matemático. Y digo que tristemente porque lo matemático, sin ambages, es consecuentemente previsible; lo previsible cae en lo monótono; y la monotonía en el aburrimiento. Por cierto, para los que predican que es justo lo contrario, que los apologetas de lo exacto somos los empeñados en la pulcritud y lo bien hecho, obvian que cuando lo hacemos es para referimos a la matematicidad que da la técnica, base iniciática para enfrentarse a un toro ya que, por ende, éste siempre es incierto e imprevisible. Esa es la gran contradicción que da al toreo parte de lo que es: la certeza ante lo aleatorio, la seguridad ante lo peligroso. Es más, esto es justo lo que todos los tratadistas -incluidos toreros- pensaron que era la tauromaquia hasta hace justo unas décadas. ¿O alguien quiere ahora contradecir en esto hasta al propio Pepe Illo? Su muerte en las astas... (ARTÍCULO COMPLETO AQUÍ)

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